Los entornos de trabajo son también de interacción y de convivencia. En cualquier comunidad o centro de trabajo del que formamos parte, se pueden producir incomprensiones, malentendidos y otro tipo de situaciones que pueden generar conflictos de mayor o menor gravedad.

Estos conflictos perjudican el clima y la convivencia afectando a las personas que lo integran.

La respuesta tradicional y todavía hoy bastante generalizada, es la aplicación de castigos o sanciones esperando que sean el motor de los cambios en las conductas, pero la realidad nos demuestra que los castigos no producen esos deseados cambios.

En ese entorno de interacción humana en el que la conflictividad ha dejado huella en las personas que lo han padecido, las prácticas restaurativas constituyen una herramienta de gestión de conflictos y de las relaciones interpersonales. Por sus características, las prácticas restaurativas favorecen la escucha, permiten la mejora de las relaciones y la reparación del daño que el conflicto ha ocasionado.